"Soy un delirio viviente y controlado"
Una llamada telefónica distrajo al joven Dalí. Tenía treinta y tres
años y había llegado a París. Su método de trabajo que él llamó
paranoico crítico, lo publicó en una revista que condensaba en sus p
áginas
al movimiento surrealista llamada Minotaure. Allí escribían jóvenes
amigos y colegas con sus mismas inquietudes. Su artículo se llamaba
“Mecanismo interno de la actividad paranoica”.
- Hola, ¿monsieur Dalí?
- Sí, él habla.
- Monsieur Dalí, habla el doctor Jacques Lacan
- Ah! Encantado Monsieur Lacan, he oído hablar de usted.
- ¿Sí?... Lo llamo para felicitarlo por su artículo publicado en Minotaure, estoy
asombrado ante la exactitud de su conocimiento científico en esta materia y en la que
generalmente no se la comprende lo suficiente...
- Muchísimas gracias! Es un verdadero halago para mí...
- Sí, a decir verdad me encantaría verlo para continuar discutiendo con usted toda esta
cuestión.
- Bien, muy bien... ¿qué le parece hoy mismo, por la tarde en mi estudio de la calle
Gauguet?...
- Allí estaré, replicó rápida y afablemente, Jacques Lacan.
Soy un delirio viviente y controlado
Así comienza Dalí, el capítulo “Cómo devenir paranoico-crítico” de su libro Confesiones inconfensables:
"Yo soy porque deliro, y deliro porque soy. La paranoia es mi misma
persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi conciencia de ser. Mi
genio reside en esta doble realidad de mi personalidad; este maridaje al
más alto nivel de la inteligencia crítica y de su contrario irracional y
dinámico. Derribo todas las fronteras y determino continuamente nuevas
estructuras de pensar. Mucho antes de haber leído, en 1913, la admirable
tesis de Jacques Lacan (De la psychose paranoiaque dans ses rapports
avec la personnalité), tenía perfecta conciencia de cuál era mi fuerza.
Gala me había exorcisado, pero la intuición profunda de mi calidad
genial estaba ya presente en mi espíritu y en primer lugar en mi obra.
Lacan ilustró científicamente un fenómeno oscuro para la mayor parte de
nuestros contemporáneos –la expresión paranoia– y la definió de manera
exacta. La psiquiatría, antes de Lacan, cometía un burdo error a este
respecto: pretendía que las sistematización del delirio paranoico se
elaboraba “después” y que este fenómeno debía ser considerado como un
caso de “locura razonante”. Lacan demostró lo contrario: el delirio es
una sistematización en sí mismo. Nace sistemático, elemento activo
decidido a orientar la realidad alrededor de su línea dominante. Es lo
contrario de un sueño o de un pasivo automatismo frente al movimiento de
la vida. El delirio paranoico se afirma y conquista. Es la acción
surrealista lo que trasvasa el sueño y el automatismo a lo concreto; el
delirio paranoico es la misma esencia surrealista y se basta con su
fuerza..."
A las seis en punto sonó el timbre de la puerta...
Tuvimos la sorpresa de descubrir que nuestras opiniones eran igualmente
opuestas, y por las mismas razones, a las teorías constitucionales
aceptadas entonces casi unánimemente. Partió con la promesa de que
mantendríamos un contacto constante y nos veríamos periódicamente.
Después de su partida, me puse a pasear por mi estudio intentando
reconstruir el curso de nuestra conversación y sopesar más objetivamente
los puntos en que nuestros raros desacuerdos pudieran tener verdadera
importancia. Mas cada vez estaba más perplejo por la manera, más bien
alarmante, como el joven psiquiatra me escudriñaba el rostro de vez en
cuando. Era como si el germen de una extraña, curiosa sonrisa quisiera
entonces transparentarse en su expresión. ¿Estaba estudiando los efectos
convulsivos, en mi morfología facial, de las ideas que agitaban mi
alma? Encontré la respuesta al enigma cuando fui a lavarme las manos.
Pero en esta ocasión lo que me dio la respuesta fue mi imagen en el
espejo. ¡Había olvidado quitar de mi nariz el cuadradito de papel
blanco! Durante dos horas, había discutido cuestiones del carácter más
trascendental en el tono de voz más preciso, objetivo y grave, sin darme
cuenta del desconcertante adorno de mi nariz. ¿Qué cínico habría podido
representar concientemente este papel al fin?
Existen otras
versiones del mismo episodio, no contadas por Dalí y que señalan a éste,
en una clara posición provocadora en relación a Lacan. En ambas
anécdotas, Lacan recoge el guante, “jugando” la propia táctica del
pintor. Por otro lado, sabemos que el gran psicoanalista francés era una
persona sumamente amable y es entonces que a este rasgo de carácter se
le suma la rápida resolución de lo que parece ser sorprendente.
Nadie mejor que Lacan para hacerle frente a lo real de un encuentro....
Dalí con Lacan: La pantalla sensible.
* Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y realizador cinematográfico. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL). Director editorial del sitio www.elpsicoanalisis.net Es fundador del proyecto Biblioteca Digital del Psicoanálisis de próxima aparición. Texto completo: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=10389 Publicado el 27-07-2006 en ElSigma.com
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