30 abr 2012


A los 5 años, aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.
A los 9, aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.
A los 10, aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.
A los 12, aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía más grandes en casa.
A los 13, aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.
A los 15, aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano, porque mi padre tenía frustraciones mayores... y la mano más pesada.
A los 20, aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.
A los 25, aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo algo preparado por mi novia.
A los 27, aprendí que el titulo obtenido no era la meta soñada.
A los 28, aprendí que se puede hacer en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.
A los 30, aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.
A los 34, aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
A los 36, aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.
A los 38, aprendí que podes saber que tu esposa te ama cuando quedan dos milanesas y elige la menor.
A los 40, aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.

Aprendí...
Que podes hacer a alguien disfrutar el día con solo enviarle una pequeña postal.
Que es mejor que te elijan todos los días, que una sola vez en la vida.
Que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.
Que es más enriquecedor el amor que proviene de la independencia.
Que las relaciones se basan en la confianza y no en el control.
Que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.
Que si me quedo atado al pasado, no estaré con vos, que sos el presente.
Que si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.
Que niños y abuelos son aliados naturales.
Que lo mejor que le puedo enseñar a mis hijos es a valerse sin mi.
Que es absolutamente imposible tomar vacaciones sin engordar unos kilos.
Que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él.
Que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado, nunca suceden.
Que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.
Aprendí que envejecer es importante.
Aprendí que amé menos de lo que hubiese querido.
Y hoy...me doy cuenta que todavía tengo mucho para aprender...



Al pasar los años
Autor anónimo





















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