Nuestro entusiasmo alentaba a estos días que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente y estos son,
pues, los años venideros.
Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.
Enrique Lihn
Lo que hay que hacer, hay que hacerlo ya.
ResponderEliminarPuede que tu estés aquí mañana... pero (a lo peor) tus sueños no.
Me gusta mucho!
ResponderEliminarEste es el río imparable.
ResponderEliminarLo mejor era no precipitarse...y sin embargo suena el eco del Carpe Diem,Carpe Diem...
ResponderEliminarNo precipitarse es la filosofía más propicia para conseguir el triunfo. Muy bueno. Un abrazo.
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